VII.
HUÉRFANO
Mi tío, don Exuperio Béjar, canónigo y
bibliotecario de la catedral de Toledo, vino presuroso tan pronto se enteró de
la grave enfermedad de mi padre.
Hombres buenos he conocido, mejores que
mi tío, ninguno. Desconozco las circunstancias exigidas para beatificar y aún
canonizar a un siervo de Dios, pero presiento que el hermano de mi padre las
reunía todas.
Escribiendo y aun en sus conversaciones
más familiares era un purista: consideraba al idioma patrio como reliquia
venerada, y pasaba mal rato cuando escuchaba o leía una palabra importada del
extranjero o bastardeada.
-Señor,
señor -decía- buharda
es ventana que se levanta por encima del tejado de una casa, con su caballete
cubierto de tejas, y sirve para dar luz al desván; bien está que su diminutivo
sea buhardilla, pero no bohardilla, y menos guardilla, que
es diminutivo de guardo. Ved, ved lo que dice este periódico: “Las paredes se
han pintado de color uniforme.” No,
no y mil veces no: uniforme significa forma única, igual forma, y dos
trajes serán uniformes[1] si tienen la misma
forma aunque el uno sea rojo y el otro verde. Y es que ignoramos la palabra
castellana que indica la igualdad de color: isocre, sí, señor, isocre[2]; no está en el
diccionario de la Academia de la lengua, pero debiera estar; tampoco está bivio,
y es de sentir, pues en su defecto decidimos bifurcación para expresar
el punto en que un camino se divide en dos; muy mal dicho, porque el prefijo bi
significa dos, y furcación, horca u horquilla,
y por ende bifurcación[3] quiere decir tanto
como dos horquillas; y donde un camino se divide en dos, sólo se forma
una horquilla; bien estará bifurcación cuando el camino se divida en
tres; entonces sí se formarán dos horquillas; mas formándose una sola
horquilla, yo siempre llamaré bivio[4] el punto en que la
vía se divide en dos, pero no se bifurca.
En un anuncio leyó: “Tubos de
calefacción a vapor o agua caliente”, y el oí decir: Ahí
tiene usted; ocho palabras, pudiendo haber expresado el mismo concepto con una:
caliductos[5], palabra netamente
castellana, de las muchas que vamos olvidando. Todo sea por Dios.
Al perder a mi padre, el bueno de don
Exuperio trajo a mi ánimo gran consuelo y resignación con sus santas palabras y
savias advertencias; y como no heredé capital con que subvenir a mis
necesidades, constituyóse desde luego en mi protector, en mi segundo padre.
Hicimos almoneda[6]
de cuanto había en casa, y convinimos en trasladarnos a Toledo, donde, a
expensas de mi tío, yo seguiría la carrera militar, ya que forzosamente había
de serlo, pues Castelar[7],
el predicador contra las quintas, decretó su célebre quinta sin redención[8].
Eulalia mostróse muy compungida al
separarnos. Acompañada de sus padres, vino a despedirme a la estación y a
traerme un escapulario[9]
con la imagen de la santa[10]
de su nombre.
También me despedí de la francesita.
Esta despedida merece detallarse.
Mollat me acompañó. Antes de entrar en
el jardín, me dijo.
-¿Estás decidido a declararte hoy?
-Sí… es decir, eso es cosa tan
tremenda para mí que no sé si tendré valor.
-Pues tienes que atreverte o no
vuelvas a mirarme la cara. Parece mentira: tú, el chico más atrevido de la
población, el que se ha hecho célebre por sus diabluras, no te atreves a
declararte a Mari. Aprende de mí, que me declaro a todas. Me calabacean, ¿y
qué? Ayer tarde me declaré a Pepita Morales.
-¿A la sordomuda?
-Sí; estaba en el paseo sentada
frente a mí; aproveché un momento en que me miraba; hice como que me arrancaba
el corazón y se lo tiré.
-Y ella, ¿qué hizo?
-Contestarme que no.
-¿Con la cabeza?
-No, señalándome el forro de su
abrigo que era de color calabaza.
-Te envidio, Luis. Yo llevo mucho
tiempo acostándome con este propósito: “Mañana sí que de declaro; de mañana no
paso.” Pero, ca[11];
me avergüenzan las frases amorosas, tengo que para mí sólo existen en el teatro
y en las novelas. Temo decir alguna tontería, ponerme en ridículo.. Además no
puedo ofrecerle una posición; no soy mas que un aspirante a cadete, y el
tribunal examinador los mismo puede aprobarme que enseñarme el abrigo de Pepita
Portales.
-Bueno; me has dado tu palabra de honor,
de hombre, de declararte ahora mismo.
-Sí, te la he dado.
-Pues, adentro.
Y de un empujón me hizo entrar en el
jardín.
Mari estaba planchando debajo del
emparrado que servía de marquesina a su modesta y poética morada.
-Aquí tiene usted al futuro general,
que se marcha a Toledo esta noche -dijo Mollat.
-¿Viene
a despedirse?
-Ui -contestó el cojuelo-. ¿Cómo había de
marcharse sin despedirse de vu?
-Hubiera
sido imperdonable, sabiendo lo mucho que le apreciamos en esta casa, ¿verdad,
Claudio?
-Es claro -tercié yo-; cómo había yo de
marcharme así, sin despedirme y sin… naturalmente.
Mari entró en la casa a cambiar de
plancha.
-¿Lo ves, amigo Luis? Ya estoy hecho
un tarugo.
-¡Estúpido! ¡Una chica tan buena y
tan hermosa, que de mirarla solamente se le quita a uno la respiración; que ha
calabaceado a más de cuatro, a mí entre ellos, esperando que le digas “envido”
para contestarte “órdago a la grande”! ¿Y tú eres el atrevido , al que nada se
le pone por delante, el que quiere ser militar?
-Calla, que sale.
-Mari, quede con Dios -dijo Mollat con sonrisa picaresca y
significativa-; aquí se queda usted con éste para que hable con
usted, que… que ya es hora.
-¿Hora
de qué? -preguntó Mari no
queriendo darse por entendida.
-Hora de que… de que yo me vaya a
clase, que van a dar las diez y media.
Mollat se marchó. Hubo un silencio que
rompió Mari:
-Bien,
Claudio, bien: con que, ¿a Toledo esta noche?
-Sí.
-¿A
vestirte de uniforme?
-Esa es mi aspiración.
-Y…
¿para no volver?
-¿Quién sabe? Por eso no he querido
marcharme sin decirte…
-¿El
qué?
-Sin decirte… “Adiós”.
-¿Nada
más que “Adiós”?
-Y… además…
No me atreví a seguir. Quedé mirando el
suelo. Ella se acercó a mí, resuelta:
-Y,
además, ¿qué? ¡Habla!
-Que… si quieres… puedes quedarte con
la canaria de casa; no nos la pensamos llevar.
-¡La
canaria!
-Es flauta[12], como el canario que te
regalé el día de tu santo. Así tendrás…
-Flauta
y flauto; y si crían, flautines -dijo ella riendo.
Aquella risita acabó de azorarme. El
canario a que yo me refería estaba ahí colgado y cantaba como un desesperado.
Yo dije:
-¡Cómo canta el canario!
-Muchísimo
y muy claro; no es como otros que yo conozco, que por mucho que se les acaricie
y halague, en vez de cantar claro, cierran el pico por temor, o por cortedad, o
por algún otro motivo que yo no acierto a explicarme. ¿Y tú, te lo explicas?
-Sí; que estarán en casa en época de
mudar de pluma.
-Eso
será: que van a cambiar de traje; a ponerse otro más nuevo y más vistoso…
Y volvió a entrar en la casa para
cambiar la plancha[13].
Mollat había quedado atisbando en la
carretera, y asomó a la puerta del jardín:
-¿Se lo has dicho?
-No; pero le ha faltado poco.
-Como no te declares, te chafo las
narices, ¡melón!
-¡Vete, que me sale!
Escondióse Mollat. Salió Mari. Otro
silencio que también se encargó ella de romper:
-¿No
sabes? Gutiérrez se me declaró la semana pasada. Ya sabes quién digo: el
concejal ese tan alto, mucho más alto que tú; por eso le dije que no. Y hoy he
venido de la ciudad, con escolta: Anselmo, el del “Bazar H”, empeñado en
casarse conmigo; también le he dicho que no, porque… es muy bajito; más bajo
que tú…
A pesar de aquella insinuación, sólo me atreví
a decir:
-Pues bien, Mari; si algún día
consigo tener una carrera, una posición, entonces…
No pude seguir. Ella vino hacia mí otra
vez.
-Entonces,
¿qué? ¡Habla!
-Vendré… a haceros una visita para
que sepas… que yo… no me olvido de mis buenas amistades.
Se puso seria, muy seria. Quedó un buen
rato inmóvil, con la mano fija en la plancha. Al levantarla, había quemado la
chambra[14]
que estaba planchando. Yo, sin encontrar palabras ni momento para despedirme.
Se presentaron sus padres. Me despedí
ceremoniosamente de los tres y salí a la carretera, donde Mollat, al enterarse
de lo ocurrido, me dio de empujones y me zarandeó mientras decía:
-¡Estúpido! ¡Majadero! ¡Una chica que
te quiere tanto!
Yo pretexté:
-Sí; pero tiene un año más que yo, y
recuerdo haber leído, no sé dónde, que el esposo debe aventajar lo menos en
diez años a la esposa, porque la vejez los alcance a los dos al mismo tiempo.
-Eso son pamplinas.
-Además, eso de casarse con una
extranjera tiene sus peligros; yo desconozco el idioma francés: el día de
mañana llega un compatriota suyo que no habla el castellano, y en mis propias
narices se ponen a hablar, y lo mismo pueden hablar del tiempo que de otra
cosa, sin enterarme; quita, quita…
Mas era lo cierto que me quedaba el
escozor de no haberme declarado a la gentil francesita.[15]
[1] UNIFORME: Del lat. uniformis. 1 adj.
Dicho de dos o más cosas: Que tienen la misma forma. Sin.: igual, idéntico,
coincidente, parejo. 2 adj. Igual, conforme, semejante. Sin.: semejante,
similar, parecido, parejo. Ant.:
desigual, heterogéneo, diverso. 3 m. Traje peculiar y
distintivo que por establecimiento o concesión usan los militares y otros
empleados o los individuos que pertenecen a un mismo cuerpo o colegio.
[2] ISOCROMO.
La palabra "isocromo" está formada con raíces griegas y significa
"del mismo color". Sus componentes léxicos son: isos (igual) y khroma
(color).
[3] BIFURCARSE: Del lat. vulg.
bifurcāre, der. regres. de bifurcātus 'bifurcado', 'ahorquillado'. prnl. Dicho
de una cosa: Dividirse en dos ramales, brazos o puntas. Bifurcarse un río, la
rama de un árbol. Sin.: dividirse, ramificarse, ahorquillarse, divergir,
escindirse, desviarse, separarse.
[5] CALIDUCTO : especie de canal
que se encuentra en algunos edificios de la antigüedad que partiendo de un
hogar u hornillo común corría por el interior de las habitaciones.
[6] ALMONEDA: Del ár. hisp. almunáda,
y este del ár. clás. munādāh. 1 f. Venta en pública subasta de bienes muebles,
generalmente usados. Sin.: subasta, licitación. 2 f. Venta de géneros que se
anuncian a bajo precio. Sin.: liquidación, saldo.
[7] La República
fue el régimen político vigente en España desde su proclamación por las Cortes,
el 11 de febrero de 1873, hasta el 29 de diciembre de 1874. Durante el primer
gobierno republicano, presidido por Estanislao Figueras, EMILIO CASTELAR ocupó
la cartera de Estado entre el 12 y el 24 de febrero, (volvería a ocuparlo de
manera interina entre el 7 y el 11 de junio) desde la que adoptó medidas como
la eliminación de los títulos nobiliarios o la abolición de la esclavitud en
Puerto Rico. Pero el régimen por el que tanto había luchado se descomponía
rápidamente, desgarrado por las disensiones ideológicas entre sus líderes,
aislado por la hostilidad de la Iglesia, la nobleza, el Ejército y las clases
acomodadas, y acosado por la insurrección cantonal, la reanudación de la guerra
carlista y el recrudecimiento de la rebelión independentista en Cuba. La
presidencia fue pasando de mano en mano —de Figueras a Pi y Margall en junio y
de este a Salmerón en julio— hasta que en septiembre, las Cortes Constituyentes
le nombraron presidente del Poder Ejecutivo de la República (7 de septiembre de
1873-3 de enero de 1874), sucediéndole el general Francisco Serrano.
[8]QUINTA: La REPÚBLICA
aprobó la abolición de las quintas el 18 de febrero de 1873, sólo una semana
después de haberse proclamado, siendo sustituidas en el «Ejército activo» por
«soldados voluntarios retribuidos», mientras que «todos los mozos que el 1 de
enero tengan veinte años cumplidos» formarán el «Ejército de reserva», cuyo
servicio «durará tres años» y en el que «no se admitirá la redención en
metálico». Para hacer frente a las necesidades inmediatas del Ejército —las
dos guerras, la de Cuba y la carlista, continuaban—, se organizaron ochenta
batallones francos, con 600 hombres cada uno, en los que cada soldado cobraría
dos pesetas diarias —una cantidad superior al salario de los jornaleros
agrícolas, por lo que se suponía que había de atraer voluntarios—. Sin
embargo, como ya habían pronosticado algunos miembros de la Asamblea Nacional
contrarios a la propuesta, los batallones francos fueron un completo fracaso
porque a mediados de junio solo se habían presentado unos 10 000 voluntarios
para las 48 000 plazas que había que cubrir, pero sobre todo porque los que
lograron formarse, según el republicano Enrique Vera y González, «dieron un
resultado tan funesto que, lejos de poderse utilizar contra los enemigos de la
libertad, hubo que disolverlos». Por esta causa, los quintos que habían sido
reclutados en años anteriores no fueron licenciados, lo que provocó una gran
frustración.
[9] EULALIA:
en el pueblo, el matrimonio dueño de la
tienda de comestibles tenía una hija llamada Eulalia, de la edad de Claudio
Béjar aproximadamente; la niña más linda y mejor ataviada del pueblo, que le mostraba mucho interés y gran cariño cuando
la niñez. En 1867 el doctor Béjar mudó
con su hijo de diez años a la capital de la provincia; cinco años después lo
hicieron los padres de Eulalia con su hija, cuando el capítulo VI. LA BATALLA
DEL PETARDO. Ambos adolescentes mantuvieron amistad, y no llegó al romance
porque a Claudio le paraban el aspecto y maneras pueblerinas de Eulalia, y
porque también le gustaba Mari ‘la Francesita’, un año mayor que él. Cuando falleció el padre de
Claudio, al partir de viaje a Toledo con su tío el canónigo Exuperio Béjar,
Eulalia le regaló un escapulario; el oficial Claudio lo portó siempre sobre sí,
también en la campaña de Cuba. Cuando el teniente Béjar es repatriado a la
península en 1878, muy enfermo y tras la Paz de Zanjón, será reconocido cuando
agonizante por una monja de la Caridad, la Hermana Eulalia, en el hospital de
Santander donde lo ingresaron.
[10] SANTA
EULALIA: Es la patrona de la ciudad de Barcelona; y de los municipios de Hospitalet
de Llobregat, Pallejá (Barcelona), Perpiñán (Francia), Esparraguera
(Barcelona), Santa Eulalia del Campo (Teruel), Riudecols (Tarragona); y de las
localidades de Villagarcía de la Vega, Ribas de la Valduerna (León), Cunas (La
Cabrera, León), Pesquera (Cistierna, León), Santa Eulalia de Cabrera (Provincia
de León) y La Horra (Burgos).
[11] CA: interj. coloq. quia. Sin.: quia. QUIA: De qué ha [de ser]. interj. coloq. U.
para denotar incredulidad o negación. Sin.: ca.
[12] La
mayor parte de canarios conocidos como flautas, son de las razas Roller y
Harzer. Su cuerpo es bastante compacto y robusto, emitiendo dulces sonidos con
el tórax erguido e hinchado y el pico casi cerrado. En general, la postura del
canario flauta en todos los momentos del día es elegante, incluso cuando
duerme que parece una bola erizando las plumas y normalmente en el columpio.
[13] Las
primeras planchas, generalmente realizadas en hierro fundido y macizo, se
calentaban directamente sobre la trébede de la lumbre, de modo que era
necesario disponer al menos de dos para trabajar con una mientras otra se
calentaba.
[14] CHAMBRA: Del fr. [robe de] chambre. f.
Vestidura corta, a modo de blusa con poco o ningún adorno, que usan las mujeres
sobre la camisa. Sin.: chapona.
[15] MARI,
LA FRANCESITA. Hija de un horticultor amigo del padre de Claudio Béjar y un año
mayor que éste, vivía en las afueras de la ciudad frente a la tahona del padre
del cojuelo Luis ‘Lino’ Mollat. Un Claudio adolescente la quería al tiempo que
a Eulalia, sin decidirse por ninguna, en cuando la República, en el capítulo
VI. LA BATALLA DEL PETARDO; y así se lo dijo a ambas cuando huérfano se marchó
a Toledo acogido por su tío el canónigo Exuperio Béjar, y posteriormente por carta cuando egresó como Alférez de la
Academia de Infantería. Al poco casó Mari con el Coronel del regimiento de
Sobreña, primer destino de Claudio, y causa de un triste malentendido que
motivó el destino de Claudio a Pandolfa.