III. PRELUDIOS [A LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE DE 1868]

 

III. PRELUDIOS

 

Antes de llegar a la Revolución de Septiembre[1] necesito presentarles cuatro nuevos personajes: Blanes, Mela, el Manguara y la Tía Pilatos.[2]

Blanes fue un jefe de policía activo, honrado y muy cumplidor de su deber. Se multiplicaba como si poseyera el don de la ubicuidad; parecía que la población disponía de diez o doce Blanes.

En las afueras era el terror de tahúres[3] de carteta[4], correhuela[5], chapas[6] y demás ingenios inventados por el hampa y la briba[7] para desplumar incautos. Perseguía sin descanso a todo género de malandrines inferiores y de los suburbios; a cuantos bigardos[8] holgazaneaban y vivían a la droga o del merodeo[9]; multaba sin compasión ni componendas a los vecinos infractores de las ordenanzas municipales, y llevaba detenido a quién él viese cometer algún acto indecoroso en público.

Los demás agentes, si bien estaban, oficialmente, a sus órdenes, particularmente estaban al servicio doméstico de los concejales, en cuyas casas ponían el cocido, fregaban los platos, cepillaban la ropa, lustraban los zapatos, incluso los de la concejala, y llevaban los niños a la escuela. Por lo que puede asegurarse que Blanes era el único encargado de la Policía y orden público, y de acarrear sobre sí todas las iras populares.

Yo le recuerdo en tres ocasiones dignas de anotarse:

Una: Había unos cuantos truhanes que se apostaban a la entrada de la población, y a todo forastero que llegaba de su pueblo con leña, vino o cualquier otro artículo para venderlo, le detenían saliéndole al paso, y unas veces con amañada palabrería le convencían, y otras, con veladas amenazas, le obligaban a pagarle el barato[10], o derecho de guapeza, a cambio de proporcionarle inmediato comprador, si no quería quedarse en la posada largo tiempo sin vender. Sobre este derecho de matonismo añadían el ajuste de la mercancía, que concertaban a precio mínimo para ser llevada donde habían de pagarla al máximo para quedarse ellos con la diferencia.

A estas gabelas añadían la exigencia de la chorrada[11], ñapa, contra o gallarín[12], o sea una pequeña parte de la carga con que proveer gratis sus despensas; más la convidada o alboroque[13] por cuenta de los forasteros en la taberna próxima.

Esto ocasionaba carestía en las subsistencias y continuos altercados entre aquellos rufianes y los pobres forasteros, saliendo a relucir las navajas como argumento final en muchas ocasiones.

Una tarde presentáronse varios carros de retama en la puerta Norte de la ciudad. Saliéronles al paso un tal Manguara y su sobrino, ambos vividores del trabajo ajeno; hicieron trato con los carreteros después de las consabidas amenazas; concertaron el precio en ocho; quedaron los carros en las afueras bajo la vigilancia de Manguara, mientras el sobrino entró en la ciudad en busca de quién pagar el género a diez, y encontrando comprador en el padre[14] de mi amigo Mollat, allá se trasladaron carros, leñeros, Manguara y su sobrino; y allí me encontraba yo. El tahonero[15] pagó a los carreteros la retama a diez; éstos entregaron a Manguara el dos de diferencia entre el diez que acababan de cobrar y el ocho que con Manguara convinieron. Negocio redondo.

Pero surgió Blanes como por encantamiento, deshizo lo hecho y puso el asunto en su término medio, justo y prudencial, pagando el tahonero la mercancía a nueve directamente a los leñeros, con lo cual quedaron estos beneficiados en uno, el tahonero en otro y los pillastres sin el fruto de su pillería. Un excelente servicio.

La expoliación de cuantos infelices vienen a vender a las ciudades fue cosa corriente en todo tiempo. En Madrid, redobla: Suele llegar forastero a vender una vaca, y tantos Manguaras le salen al paso desde la entrada de la coronada villa hasta desollar la res en el matadero, que muchas veces el vendedor regresa al pueblo con un saldo en contra.

Blanes se marchó después de amonestar a los dos tunantes y de amenazarles con severo castigo si reincidían.

Quedaron Manguara y el sobrino en medio de la carretera, doliéndose, en alta voz, de la falta de libertad individual; de la esclavitud en que al pueblo se le tenía; de los atropellos habidos con ellos y con cuantos como ellos precuraban ganarse un peazo de pan honradamente; y entremezclando los juramentos más atroces con las más requetecaracoleadas blasfemias.

Muy grabado se me quedó el final de la perorata de aquellos dos sujetos:

-Luego dicen que si se va a armar u no se va a armar la gorda…

-Demasiao tardamos en armarla.

-Siquiá sea esta misma noche pa coger a ese ladrón de Blanes y degollarlo.

-Y arrastrarlo.

Y como vieran que Blanes se había detenido a distancia y a la expectativa para que los leñadores no pudieran ser acometidos otra vez con el fin de sacarles Manguara y su sobrino lo que no pudieron antes, éstos desaparecieron rezongando y repitiendo sus promesas de venganza.

[La segunda:] Otra vez vi a Blanes llevar consigo detenidos a dos individuos no menores de veinticinco años. ¿Qué había sucedido? Caminaban aquellos dos sujetos por la acera de una calle céntrica, detrás de una señora, haciendo la gracia de irle pisando la cola del vestido, que entonces se llevaban con cola. La señora lo observó y, prudentemente, se pasó a la otra acera. Ellos la siguieron y no cejaron en la gracia hasta romperle el vestido por la cintura, y aún se permitieron algún concepto grosero ante la protesta de la agraviada. Llegó Blanes a tiempo y, enterado del suceso, agarró a los dos malnacidos y se los llevó a la prevención[16].

En el lugar de la ocurrencia quedó buen grupo de gente contemplando el hecho, poniéndose -naturalmente- de parte de aquellos dos infelices y culpando a la imprudente señora.

-¿Por qué tienen que llevarlos presos? ¿Qué daño han cometido? Total, pisarle la cola del vestido a una señora.

-La culpa es de ella. ¿Pa qué lleva la falda más larga de lo que es menester yendo por la calle?

-Y tanto; a ella es a quién debían llevar presa.

-Es que, además, ellos parece ser que a la señora la han dicho una mala expresión… Hay que ponerse en todo -interpuso uno.

-Si la han llamo una mala expresión, señal que ella habrá empezao por llamarles algo peor.

-¡Tiusté razón, tía Pilatos!

-Masiao que la tengo. ¿Ande sa visto, llevarse a esos dos infelices y dejar a la señora en libertad? Si aquí hubiera vergüenza a ese recondenao de Blanes ya le hubiéramos ajustao las cuentas. Miá también a mí: que porque mis chicos ensuciaban en la calle, me sacó una peseta de multa. ¿Pues dónde se van a ensuciar las pobres criaturas? Pero déjate estar, que como se arme la gorda, según dicen, se la tenemos jurá.

La tercera: Un matrimonio recién casado, forastero, y en viaje de luna de miel, detúvose en la ciudad. Ambos iban elegantemente ataviados. Por su aspecto revelaban ser personas muy finas y atildadas. Paráronse ante el escaparate de una joyería a contemplar los objetos expuestos. De un grupo de chicuelos cercano destacóse uno para realizar una atrevimiento: se colocó al lado del matrimonio y, después de pasarle revista ocular del modo más impertinente, fue haciendo paso lateral hasta colocarse entre la elegante pareja y el escaparate, y, teniéndolos detrás de sí, levantó ligeramente una pierna y dedicó a los de la luna de miel la acción peor sonante y más sucia que persona puede soltar en público, y escapó a correr, con gran regocijo suyo y de sus compinches cuando el caballero se revolvía indignado y levantaba el bastón para castigar su bellaquería cometida con él y con su esposa.

El chicuelo fue detenido por Blanes y éste se acercó al indignado matrimonio.

-¿Qué ha pasado? -preguntó el policía.

El caballero explicó lo ocurrido en medio de un corro de transeúntes formado en un instante.

Blanes se llevó al mozalbete a la prevención, donde le tuvo unas horas.

Como es consiguiente, los comentarios de la gente fueron favorables al detenido:

-¡Y se lo llevan a la prevención!

-No es pa tanto.

-¡Vaya, con los señoriticos esos! Pues cuando tengamos ganas. ¿Qué tenemos de hacer? ¿Querrán que nos inflemos como los globos?

Queda escrito: Blanes era una agente muy apropiado para aquellas poblaciones del extranjero donde se camina hacia la más perfecta civilización posible.

Otro personaje memorable: don Julián Mela, alcalde-corregidor, como entonces se llamaba el que reunía las atribuciones de gobernador civil y de alcalde. Fue un gobernante y un administrador modelo, pues dedicó todos sus afanes al engrandecimiento de la ciudad. Inició ensanches, abrió necesarias calles a través del antiguo laberinto de estrechas y tortuosas callejuelas. Realizó espléndida Exposición[17]. Durante su permanencia, la ciudad trabajaba, vivía; había salido de su marasmo.

 

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[1] Sexenio Revolucionario: 1868-1874 (Gobierno Provisional - Regencia del general Serrano y gobierno de Prim - Reinado de Amadeo I, y Primera Republica). La revolución conocida como La Gloriosa comienza el 18 de septiembre de 1868 con el pronunciamiento de la Armada en Cádiz, al mando del almirante Juan Bautista Topete y del ejército dirigido por los generales Juan Prim y Francisco Serrano.

[2] Estos cuatro personajes, junto con el carpintero y revolucionario CARRANZA, presentado en el capítulo II. A LA CIUDAD, suman cinco criminales, o víctimas según quién, en el capítulo IV. LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE [DE 1868] de esta novela.

[3] TAHÚR: Del ár. takfūr, y este del armenio tagevor, título de los reyes de esta nación, posteriormente con valor negativo por sus difíciles relaciones con los cruzados. 1 adj. jugador (‖ que se entrega compulsivamente a juegos de azar). U. m. c. s. Sin.: jugador, ludópata. 2 adj. jugador (‖ que juega con especial habilidad). U. m. c. s. Sin.: jugador. 3 m. Jugador fullero. Sin.: fullero, tramposo, trilero, ventajista, cuco, griego.

[4] CARTETA: Juego de naipes, que comúnmente se llama el parar.

[5] CORREHUELA: 3 f. Juego que se hace con una correa con las dos puntas cosidas, y que consiste en presentarla doblada con varios pliegues, en uno de los cuales un jugador mete un palito; si al soltar la correa resulta el palito dentro de ella, gana quien lo puso, y si cae fuera, gana el que la dobló.

[6] CHAPA: 17 f. pl. Juego de azar que consiste en lanzar al aire dos monedas iguales, ganando quien consigue sacar dos caras. CHAPERO: m. jerg. Homosexual masculino que ejerce la prostitución. Sin.:

prostituto.

[7] BRIBA: f. Holgazanería picaresca. Sin.: haraganería, holgazanería. BRIBÓN: De briba. 1 adj. Haragán, dado a la briba. U. t. c. s. 2 adj. Pícaro, bellaco. U. t. c. s.

[8] BIGARDO: De begardo. 1 adj. vago (‖ holgazán). U. t. c. s. U. m. en aum. Sin.: vago, holgazán, ganso, malentretenido, atorrante, pajista, morón. 2. adj. Vicioso y de vida licenciosa. Era u. como insulto a ciertos frailes. Era u. t. c. s. Sin.: vicioso, licencioso, disoluto. 3 m. y f. despect. coloq. Persona alta y corpulenta. U. m. en aum. Sin.: jayán, mocetón, mujerona, hombretón, grandullón.

[9] MERODEAR: 1 intr. Vagar por las inmediaciones de algún lugar, en general con malos fines. Sin.: rondar, deambular, vagar, vagabundear, acechar, fisgar, husmear. 2 intr. Dicho de una persona: Vagar por el campo viviendo de lo que coge o roba. 3 intr. Mil. Dicho de un soldado: Apartarse del cuerpo en que marcha, a ver qué puede coger o robar en los caseríos y en el campo.

[10] BARATO: 5. m. Porción de dinero que exigía por fuerza un baratero. BARATAR: 2. tr. ant. Dar o recibir algo por menos de su precio ordinario.

[11] CHORRADA: Del ant. chorrar 'chorrear'. 1 f. Porción de líquido que se suele echar de propina después de dar la medida. Sin.: chorretada, ajuste, contra, ganancia, ipegüe, llapa, ñapa, pilón1, vendaje, yapa, feria, caída, refacción.

[12] GALLARÍN: m. desus. Cuenta que se hace doblando siempre el número en progresión geométrica. GALLAR: tr. Aumentar o intensificar, especialmente el deseo sexual.

[13] ALBOROQUE: Quizá del ár. hisp. *alborók, y este del ár. clás. ‘arbūn. 1 m. Agasajo que hacen el comprador, el vendedor, o ambos, a quienes intervienen en una venta. Sin.: robra, botijuela, robla, corrobra, alifara. 2 m. Regalo o convite que se hace para recompensar un servicio o por cualquier motivo de alegría.

[14] Un rico tahonero habitante en las afueras de la ciudad.

[15] TAHONA: (Del ár. hisp. aṭṭaḥúna, y este del ár. clás. aṭṭāḥūn[ah], molino). 1. f. Molino de harina cuya rueda se mueve con caballería. 2. f. panadería (‖ lugar donde se hace el pan).

[16] PREVENCIÓN: 5. f. Puesto de policía o vigilancia de un distrito, donde se lleva preventivamente a las personas que han cometido algún delito o falta.

[17] El modelo de las exposiciones agrícolas e industriales se codificó en las dos primeras décadas del siglo XIX, pero hunde sus raíces en el anterior. Tanto el Estado como las instituciones locales y provinciales fueron esenciales para su puesta en marcha.