V. EN CONTINUA FIESTA [SEPTIEMBRE DE 1868]


 V. EN CONTINUA FIESTA



Pocos días se pasaban sin que cojuelo Mollat[1] viniese a buscarme a primeras horas de la mañana, con la misma cantinela:

-Hoy tampoco hay clase. Nadie trabaja.

-¿Por qué?

-Esta tarde entre fulano.

Aquí el apellido de uno de los prohombres de la Revolución. El primero cuya llegada me anunció fue don Juan Prim[2], por el que sentíamos verdadera admiración.

-¡Ah, Prim! ¡El valiente!

-¡El héroe de África!

-¡Una gloria nacional! ¿A qué hora llega?

-De tres a cuatro

-Iremos a recibirle.

-Y a echarle una corona de laurel. Anda, vamos a buscar laurel.

Recorrimos huertas y jardines sin encontrar quien nos proporcionara laurel para la corona; pero Mollat y yo no nos apurábamos por tan poco: a falta del arbusto de la Victoria, y del estofado[3], convinimos en que el evónimo, no fijándose mucho, daba la sensación de laurel, y con evónimo[4] confeccionamos una corona no todo lo redonda que deseábamos. Aquel artefacto merecía una cinta de colores nacionales, mas eso costaba lo que no teníamos, y, en su defecto, la hermana de Mollat nos proporcionó una antigua cinta de color rosa pálido con lunares negros, que fue de un sombrero de señora.

Fuimos de los primeros en ver al famoso general[5]. Entró en carretela[6] descubierta, rodeada de uns catalans, ab fusell y barretina[7], cuyo mando tomó Carranza, que ya se había proporcionado un sable.

Arrojé la corona, que rebotó contra la capota del coche y desapareció entre la multitud.

¡Qué lástima de corona! Menos mal que Prim me vio arrojarla y hasta me quedé con la pretensión de que me había sonreído. El caudillo de África se hospedó en Capitanía General. El público se plantó delante del edificio pidiendo que saliera al balcón a perorar. Salió Prim al balcón y, con hábil retórica, nos convenció de que debíamos marcharnos a casa y dejarlo en paz.

Y a casa nos íbamos cuando me dijo Mollat:

-¡Mira, nuestra corona!

En efecto: en medio de un corro de admiradores estaba Carranza, que había diputado por suya nuestra corona y la llevaba puesta en bandolera.

Nos acercamos al corro para oír lo que decía aquel apóstol popular.

-Las últimas noticias son de que en Alcolea[8], las tropas de la Libertad hemos librado batalla con las del general Novaliches[9] afectas al trono, y las hemos derrotado. Hemos vencido en toda línea -.Y se despidió: -Voy a conferenciar con Prim.

También dejóse de trabajar los días en que hicieron sus respectivas entradas Serrano, Topete, Luis Blanch, Moriones, Pierrat y muchos más que vinieron a discursearnos empezando los párrafos con “Yo…”, excepción hecha de Castelar[10]. Éste nos habló desde el balcón de la Fonda de Nápoles. El fondista se surtía en casa de Mollat, y esto nos proporcionó un balcón encima del ocupado por el eminente tribuno.

El tema de su discurso fue: “Abajo las quintas.[11]

Conservo el periódico local que reprodujo aquella prédica, y de ella reproduzco a continuación el trozo en que mejor se demuestra la conveniencia de suprimir las quintas:

Las prepotentes páginas de la Historia, escritas por la vertiginosa carrera de los tiempos, destruyendo a su paso los altos muros y las quinientas torres de Antioquía; los jardines de Dafne, impregnados de paganismo junto a las abrasadoras arenas del Desierto, reveladoras de la unidad divina a los sacerdotes del espíritu; el rocío matinal que desciende de los aires sobre la verde hierba nacida entre las junturas de las piedras en los muros ciclópeos,; los cedros del Líbano, bendecidos por el profeta y que Alejandro usó para lecho donde debía juntar los dioses de Grecia con la ideas de Oriente; el beso de las tibias auras de luz del sol espléndido, y al eco de los arroyos parleros con el pipío de los nidos repletos entre los primaverales efluvios de la naturaleza; los emperadores de Asiria, dueños de las orillas del río hierático, recibiendo las inspiraciones irradiadas por los astros de cielo, y la ideas contenidas en misteriosos geroglíficos; el suicidio de Cleopatra para no verse atada al carro de su vencedor Augusto; la península del Sinaí son sus numerosos y religiosos recuerdos; Moisés, fundador de una democracia y de una república, admitiendo la única excepción de sus comunicaciones con el Eterno; las mariposas, meciéndose sobre las flores y sobre las hojas tiernas recién brotadas de las yemas, sobre los nidos cincelados en el follaje; las divinidades de Grecia y Roma aniquiladas por la mano hercúlea de las hordas del Septentrión: el torrente Cedrón, donde corrieron las lágrimas de David; la menuda lluvia disolviendo los terrenos cretáceos como se disolvió la Orden de los Templarios por las maquinaciones de los reyes; la incesante movilidad de los ríos, por la indestructible ley de la gravedad, para reconquistar en el proceloso mar su verdadero puesto, como conquistó Saladino a Jerusalén destruyendo la obra de Godofredo de Bouillon, después de derrotar a los francos en Tiberidades; la Naturaleza, inmóvil en medio del movimiento, invariable en medio de su variabilidad, sujeta a la muerte y eterna, difundida en la inmensidad del espacio y concretada al átomo incoercible e hipotético: desde los gases impalpables que se desvanecen, hasta las sólidas cordilleras de los Andes y del Himalaya donde la nieve blanquea las bocas de los volcanes; desde los infusorios y micro-organismos movidos por la circulación sanguínea de un ser infinitamente pequeño, hasta la nebulosa que lleva en germen orbes infinitos, y hasta la vía láctea, cuyo resplandor llega a nosotros después de millones de siglos. (Aplausos)[12]

Bajamos a la calle, donde oímos este diálogo:

-Vaya un pico. Eso es hablar.

-Sí que ha estao bien; no tiene más sino que yo me he quedao en ayunas de algunas cosas.

-Porque tú no tienes cabeza pa comprenderlo.

-Pues explícamelo tú. Vamos a ver: nos ha mentao por dos veces los nidos de los pájaros. ¿Qué tienen que ver los nidos con lo de Abajo las quintas? Nada.

-Tiene que ver, y mucho: en eso de los nidos está toda la cencia del descurso, pa que te enteres; al nido lo ha puesto como una comparanza con la familia; crecen los pájaros, saltan del nido, y a vivir, sin que nadie los meta en quintas. Y todo lo que ha dicho tiene su miga y su ajilimójili, no te creas, como lo que nos ha dicho de la Orden de los Templaos y el tiberio de los francos y demás; ahora, que tú eres un calabaza y no entiendes de finuras habladas, y lo que tienes que hacer, si has de seguir siendo un patriota, agarrarte a esta cláusula: ¿Te ha gustao lo que ha dicho, sí o no?

-Hombre… sí.

-Pues sa rematao la custión.

Al día siguiente, un periodiquito local empezó a asomar la oreja reaccionaria dedicando a Castelar esta décima:

Perdona si te echo flores,

incomparable tribuno;

eres el número uno

de todos los oradores;

mejor que de ruiseñores

cantando un alegre coro,

pero gobernar no esperes;

siempre serás lo que eres:

El canario más sonoro.

Todos estos personajes tuvieron el acierto de hacer su entrada en la ciudad en días laborales. Dando pretexto para la holganza, llegada de un personaje político, siempre se hace más agradable.

Los días festivos los dedicábamos a manifestarnos pidiendo la forma de Gobierno que aún no teníamos y cada cual deseaba. Celebramos las siguientes manifestaciones, a ninguna de las cuales faltamos Mollat y yo, y contestamos siempre a los vivas y mueras: Republicana federal, republicana unionista y republicana entreverada[13]; monárquica a secas y monárquica esparterista[14]; de estudiantes federales, de estudiantes unionistas, de estudiantes monárquicos a secas y de estudiantes esparteristas; de mujeres republicanas, y ¡qué sé yo cuántas más!

La de mujeres republicanas fue un choteo y una juerga muy divertida. Algunos jóvenes pedían que se repitiera.

Visitamos todos los círculos y casinos políticos, que eran muchos. Entre todos completaban la escala político-musical, desde el rojo sanguíneo hasta el azul celeste, y con diferencia casi imperceptible entre los ideales de cada uno y sus colaterales.

Un domingo se nos presentó y aprovechamos la ocasión de ver el Casino Carlista, improvisado en una modestísima casa de vecindad en los barrios bajos.

-Estamos instalados provisionalmente -nos dijo el que nos conducía-. En la sala de lectura hemos puesto un precioso retrato de don Carlos[15], regalado por mí.

-Ese retrato, ¿es ecuestre?- pregunté.

El acompañante quedó pensando un momento y contestó:

-Algo.

Entramos en el Círculo Carlista. Las alcobas y gabinetes estaban ocupados por mesas y sillas heterogéneas; allí se jugaba.

El mozo de pala y otro dependiente de la panadería de Mollat -que eran carlistas de abolengo- con otros dos jugaban al tute arrastrado, debajo de un cuadro de la Divina Pastora[16]; imagen que mejor estuviera de cara a la pared para no oír las blasfemias del que perdía.

Uno de los jugadores nos preguntó:

-¿Qué sois vosotros?

-Carlistas -contestamos.

La misma pregunta nos hicieron en el Casino Republicano y contestamos: “Republicanos”, y en el Monárquico: “Monárquicos”. Nosotros no queríamos discusión.

Así y todo, no pudimos evitarla en el Casino Republicano, donde nos objetó el preguntón:

-Es que no sirve decir: “Soy republicano”; hay que saber serlo.

Y dirigiéndose a Mollat, continuó:

-Pongo por caso: tu padre tiene un obrero que gana cuatro pesetas, es un suponer, y lo despide para tomar otro que gana tres. Eso no es ser buen republicano.

A lo que contestó Mollat:

-¿Y si el obrero que gana cuatro pesetas nos deja plantados porque en otra panadería le han ofrecido cinco? Tampoco eso será ser buen republicano.

-Déjalos -terció otro patriota-: no tienen edá pa reflesionar.

El periódico órgano de los revolucionarios tuvo la feliz iniciativa de abrir un concurso en busca de una letra adaptable al Himno de Riego y premiar la mejor y que fuese más fácil de aprender por la masa popular.

Mollat y yo, llevados del mejor deseo, pretendimos aspirar al premio. La musa mostróse rebelde, y como estaba de Dios que todo habíamos de meter la cuchara, terminamos por enviar al director del periódico esta carta:

 

“Estimado correligionario: los dos patriotas que suscribimos tenemos la satisfacción de enviarle la siguiente letra que hemos escrito para el Himno de Riego:

 

Tachín tatar tachín tachín

Tachín tatara tachín tachín

Tachín tatara tachín tachín

Tatara tatara tachín.

 

Etcétera.

Como puede usted observar, esta letra a falta de bellezas literarias y de frases patrióticas, tiene la gran ventaja de ser aprendida muy fácilmente, y a poco que se la varíe también es aplicable al Trágala[17], himno de Espartero, himno de Garibaldi, Marsellesa y demás himnos desenterrados, y hasta la Marcha Real si llegase el caso de tener que echar mano de ella.

Pancho y Mendrugo[18]

 


Fuimos contestados en el periódico:

 

“Para el concurso que estamos celebrando hemos recibido una letra estúpida y grotesca con la que pretenden burlarse del Himno de Riego dos maleducados sinvergüenzas que firman con los pseudónimos Pancho y Mendrugo.

Por toda contestación, reciban nuestro más profundo desprecio y sepan que agradecemos el envío, pues con él se delata la existencia de la negra mano de la reacción, la cual estamos dispuestos a descubrir y exterminar.”

 

Mollat y yo éramos la negra mano de la reacción; ¡quién lo había de pensar!

 

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[1] MOLLAT. Personaje que es presentado en el Capítulo II A LA CIUDAD de esta novela: “mi inseparable camarada y condiscípulo Lino Mollat, chico ligeramente cojo, listo como una ardilla, travieso como mico, hijo de un rico tahonero habitante en las afueras de la ciudad, y tan pigre o más que yo, el tal Mollat..”

[2] Acaudillaron la Revolución de septiembre de 1868 los generales Serrano y Prim y el almirante Topete.

[3] ESTOFADO: adj. Dicho de una cosa: Aliñada, engalanada o bien dispuesta.

[4] EVÓNIMO: m. bonetero (‖ arbusto). BONETERO: m. Arbusto de la familia de las celastráceas, de tres a cuatro metros de altura, derecho, ramoso, con hojas opuestas, aovadas, dentadas y de pecíolo muy corto, flores pequeñas y blanquecinas, y por frutos cápsulas rojizas con tres o cuatro lóbulos obtusos. Florece en verano, se cultiva en los jardines de Europa, sirve para setos, y su carbón se emplea en la fabricación de la pólvora. Sin.: evónimo, husera.

[5] Juan Prim y Prats. Conde de Reus (I). Reus (Tarragona), 6.XII.1814 – Madrid, 30.XII.1870. n militar y político liberal español del siglo XIX que llegó a ser presidente del Consejo de Ministros. En su vida militar participó en la primera guerra carlista y en la guerra de África, donde mostró relevantes dotes de mando, valor y temeridad. 

Tras la Revolución de 1868 se convirtió en uno de los hombres más influyentes en la España del momento, patrocinando la entronización de la Casa de Saboya en la persona de Amadeo I. Murió asesinado poco después.

[6] CARRETELA: f. Coche de cuatro asientos, con caja poco profunda y cubierta plegadiza.

[7] ‘Unos catalanes con fusil y barretina’.

[8] Batalla del puente de Alcolea (1868): La batalla del puente de Alcolea tuvo lugar el 28 de septiembre de 1868 y enfrentó a los militares sublevados contra la reina Isabel II y las tropas realistas que se mantenían fieles a su autoridad. Tuvo lugar en un puente (situado sobre el río Guadalquivir) cercano a la barriada cordobesa de Alcolea y la derrota de las tropas realistas significó el final del reinado de Isabel II, que tuvo que marchar al exilio en Francia.

[9] El general Manuel Pavía y Lacy, marqués de Novaliches. No debe confundirse con el general Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque, que encabezó el golpe de Estado que puso fin a la Primera República Española el 29 de diciembre de 1874.

[10] Emilio Castelar y Ripoll. Cádiz, 7.IX.1832 – San Pedro del Pinatar (Murcia), 25.V.1899. Fue un político, historiador, periodista y escritor español, presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República entre 1873 y 1874.

[11] Las QUINTAS fue un sistema de reclutamiento forzoso de jóvenes para el Ejército de España que estuvo vigente desde la primera mitad del siglo XVIII hasta 1912 en que fue sustituido por el servicio militar obligatorio. 

Al igual que el sistema de matrícula de mar para la Armada española fue objeto de un continuado y radical rechazo por parte de las clases populares, que eran quienes lo sufrían (era la «contribución de la sangre»), ya que las clases medias y altas contaban con dos métodos para evitar que sus hijos fueran reclutados: la redención en metálico (pagar al Estado una cantidad de dinero) o la sustitución (pagar a otra persona para que fuera en su lugar). 

Las esperanzas se depositaron en el advenimiento de la REPÚBLICA, como se muestra en esta copla que se cantaba en Cartagena: ‘Si la República viene, No habrá quintas en España, Por eso aquí hasta la Virgen, Se vuelve republicana.

[12] Hay muchos tratados contemporáneos nuestros y divulgados mediante la internet que estudian la "elocutio" retórica en la construcción del discurso público de Emilio Castelar.

[13] [REPÚBLICA] ENTREVERADA: adjetivo. Que tiene interpoladas cosas varias y diferentes.

[14] BALDOMERO ESPARTERO (1793 – 1879): Cuando fue destronada la reina Isabel II por la Revolución de 1868, Juan Prim y Pascual Madoz le ofrecieron la Corona de España, cargo que no aceptó. Los años habían hecho mella en su persona y no se consideraba con fuerzas para tan alta empresa. La ciudadanía y buena parte de la prensa liberal reclamaba al viejo general septuagenario para ser proclamado rey. Panfletos, artículos —sobre todo en los diarios La Independencia y El Progreso— e incluso canciones con mejor o peor fortuna y gusto pedían en las grandes ciudades que se ofreciera al general la Corona.

[15] Carlos María de Borbón y Austria-Este fue pretendiente al trono de España entre 1868 y 1909. La tercera guerra carlista fue una guerra civil que tuvo lugar en España de 1872 a 1876, entre los partidarios de Carlos, autotitulado duque de Madrid, pretendiente carlista al trono, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII.

[16] La DIVINA PASTORA de las Almas es una advocación de la Virgen María. La representa como una pastora celestial. Surgió en Sevilla, España a comienzos del siglo XVIII, siendo su primera Hermandad la de Santa Marina de Sevilla, Cuna y Origen de la Devoción, y está presente en varios países.

[17] TRÁGALA: Canción con que los liberales españoles zaherían a los partidarios del gobierno absoluto durante el primer tercio del siglo XIX.

[18] Los adolescentes Lino Mollat y Cláudio Béjar se identifican con los protagonistas de PANCHO Y MENDRUGO. Título de un popular Sainete Trágico de autor desconocido, publicado a principios del siglo XIX; la escena es en una casa pobre de uno de los barrios de Granada. Son personajes cuatro hombres (Los amigos Mendrugo y Pancho, Burraco -amante de Catana-, y Ternejo -amante de Catana-), y dos mujeres (Catana -madre de Mendrugo-, y Chirila -hija de Catana-).

Un comentarista de su siglo dixit: “El pueblo tiene una filosofía propia y definida. No busquéis en ella generalizaciones no teorías, ni aún libros; pues el pueblo no generaliza, ni tan solo escribe. La filosofía popular se funda en tipos tradicionales que encarnan todo un sistema de ideas. Las leyendas primitivas de todas las naciones son puros símbolos; en Cataluña hay una infinidad de tipos simbólicos legendarios que demuestran la verdad de este aserto; el pesimismo del pueblo castellano inventó a Pancho y Mendrugo como encarnación de falsedad y miseria. Cuando Larra exclamó: ¡El mundo todo es máscaras, todo el año es carnaval! después de haber arrancado las caretas doradas que esconden los vicios y las infamias de los hombres, se olvidó de los Panchos y Mendrugos que convierten el oficio infame la pobreza, nunca deshonrosa cuando es noblemente soportada.

En Pancho y Mendrugo está concentrada la desvergonzada miseria que llena las obras de los escritores del llamado siglo de oro de la literatura castellana. Panchos y Mendrugos son los pícaros de las novelas de Cervantes, de Quevedo, de Mendoza y otros; los borrachos que sueltan carcajadas estúpidas en el cuadro de Velázquez, cuyos modelos son los pobres de oficio que salen por las mañanas de sus covachas hediondas, como los ratones de las cloacas, a revolver el estómago de las señoras que van a la iglesia y de la gente que va a la feria, mostrando a la luz del sol llagas podridas y monstruosidades inverosímiles.

Los tipos populares de Pancho y Mendrugo son por sí solos más pesimistas que todos los sistemas filosóficos juntos; pues cuando se desconfía del pobre la caridad se anula. ¿Y sin caridad qué es el mundo?.